Por Nelson Encarnación
En algunas ocasiones he sostenido que la oposición comete un gravísimo error de cálculo al cifrar sus expectativas electorales en la división del Partido de la Liberación Dominicana, una eventualidad que a la fecha no se materializa.
Sobre unas estrategias equivocadas, la oposición siempre aguarda lo que no se produce, pues la dirigencia peledeísta sabe manejar los conflictos y no se deja llevar por las emociones, consciente de que en la política se actúa con cabeza fría.
Así las cosas, lo único seguro en los momentos cruciales es que, al final, en el PLD prevalece el espíritu de cuerpo, logrando sortear cualquier circunstancia adversa que amenace el predominio de la formación política más exitosa en términos electorales que ha tenido la República Dominicana en décadas.
Ahora mismo muchos se aventuran a vaticinar que el partido oficialista se dividirá producto de las confrontaciones que ha avivado el debate sobre la modalidad de primarias abiertas contemplada en la ley de partidos aprobada por el Senado de la República.
Y se puede adelantar que si en el PLD se agudizan las contradicciones será producto de algún trance mayor, no por una simple modalidad de elección interna que a la postre lo que vendría sería a poner orden en las organizaciones al dejar bajo la responsabilidad de la Junta Central Electoral la realización de procesos internos en cuyo montaje los partidos han probado no tener mucho control.
Sobre esto es bueno recordar las experiencias de convenciones partidarias ensangrentadas como consecuencia de las pasiones desbordadas y sin árbitros que pusieran freno a los desmanes.
Estas deberían ser un punto a tomar en cuenta en beneficio de que esos eventos sean puestos en manos de órganos neutrales como sería el caso de la Junta Central Electoral, lo que tampoco es una garantía de que no se produzcan incidentes, pero más controlados por la autoridad en la materia.
El miedo a que desde fuera de las organizaciones políticas se pudiera influir en la elección de un candidato determinado—lógicamente, procurando ungir al más vulnerable—carece de lógica, pues cada partido estaría enfocado en movilizar la mayor cantidad de votantes, con la perspectiva de que si una persona decide sacrificar su tiempo para sufragar en un evento meramente partidario, con mayor razón acudiría a votar por el abanderado de esa formación en los comicios generales.
Es decir, que quien no se sienta atraído por un partido no perderá su tiempo haciendo fila para votar en unas primarias de un partido que no le atrae. Desde ese punto del razonamiento, el temor a la influencia de extraño carece de sentido, siempre que las primarias sea simultáneas y organizadas por la JCE.
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